miércoles, 1 de febrero de 2012

Poemas... Ted Hughes


Pibroch

El mar aúlla con su voz vacía 
tratando por igual vivos y muertos,
cansado de la bóveda celeste
después de innumerables noches faltas
de sueño, de objetivo, de autoengaño.

Como piedra. La piedra es prisionera
como ninguna cosa muerta o viva.
Universo de ovejas negras. Crece
consciente a veces de la mancha roja
del sol, soñando que es de Dios el feto.

Sobre la piedra el viento se apresura
y sabe penetrar en nada, como
la oreja de la piedra ciega misma,
que se da vuelta como si sintiese
su mente una explosión de direcciones.

Bebiendo el mar, la roca devorando,
el árbol lucha por abrirse en hojas:
una vieja caída del espacio
que desconoce nuestras circunstancias.
Sigue asiéndose, enteramente loca.

Minuto tras minuto, evo tras evo,
nada se frena ni se desarrolla.
Y no es tanteo ni frustrada prueba.
Aquí ojiabiertos ángeles penetran.
Aquí todos los astros se arrodillan.

Versión de Jesús Pardo



Los compañeros de juegos de Cuervo

Cuervo, solitario, creó a los dioses para sus juegos:
pero el dios de la montaña se liberó de él

y cuervo cayó de la pared pétrea de los montes
con lo que se vio muy reducido.

El dios fluvial sustrajo los ríos
a sus líquidos vivientes.

Un dios tras otro: y todos fuéronse liberando de él
robándole su hogar y su fuerza.

Cuervo vaciló, sus restos, inertemente despojados.
Era residuo de sí mismo, escupitajo de sí mismo.

Era lo que su mismo cerebro no alcanzaba a comprender.

Y así, el mínimo, el menos vivo objeto existente
fue merodeando sobre su grandeza inmortal

más solitario que nunca.

Versión de Jesús Pardo



Un gesto

He aquí este gesto escondido.
Buscaba un hogar. Tanteó rostros
distraídos, por ejemplo, el rostro
de una mujer que se sacaba un niño de entre las piernas
pero en aquel rostro duró poco tiempo el rostro
de un hombre preocupadísimo
con el acero volador en el instante
de un choque de automóviles se fue de su rostro
dejándolo solo eso duró menos tiempo incluso, el rostro
de un soldado disparando ráfagas de ametralladora no mucho tiempo y
el rostro de un jinete en el segundo
en que chocaba contra la tierra, los rostros
de dos amantes en los segundos
en que tanto se penetraban que olvidáronse
completamente uno de otro yeso estuvo bien
pero tampoco duraba.

Así pues el gesto probó el rostro
de una persona perdida en sus gemidos
un rostro de asesino y el momento áspero
en que el hombre rompe todo
lo que se le pone a tiro y es capaz de romper
luego se fue de aquel cuerpo.

Probó el rostro
en la silla eléctrica buscando una permanencia
de muerte eterna pero era demasiado plácido aquello.

El gesto
volvió a hundirse, desconcertado por el momento,
en el cráneo.

Versión de Jesús Pardo



Cómo empezó a jugar el agua

Agua quería vivir
fue al sol y volvió llorando
Agua quería vivir
fue a los árboles la quemaron volvió llorando
La pudrieron volvió llorando
Agua quería vivir
fue a las flores la pisaron volvió llorando
Quería vivir
fue al vientre encontró sangre
volvió llorando
fue al vientre encontró cuchillo
volvió llorando
fue al vientre encontró gusano y podredumbre
volvió llorando quería morir

Fue al tiempo fue por la puerta de piedra
volvió llorando
fue por todo el espacio buscando nada
volvió llorando quería morir

Hasta que no le quedó lloro

Yacía en el fondo de todas las cosas

completamente agotada completamente claro todo

Versión de Jesús Pardo



Alas

I
El señor Sartre medita sobre asuntos
de actualidad

Encogido, en la enorme ala rota de su sombra,
recrea el mundo en el interior de su cráneo, como el espectro de una flor.

Sus ojos son prisioneros del hecho
de que sus manos se han convertido en moscas.

Con sonrisas calaverales, las poblaciones de la tierra
deambulan entre tumbas, como el hoguera apagada por la lluvia.

Bosteza, ladeando un ojo extinto
hacia la mosca dormida en la tulipa.

Pero su corazón sigue impertérrito...

El pólipo fragmentador de cráneos de su cerebro, sobre su diminuta raíz,
se cierne irónico sobre él:

los ángeles, susurra, son metáforas, a imagen del hombre,
para diversión de la amiba.

Sigue sentado en la estancia doblemente oscura,
meditando en la raya carroñófaga.

Y en sus alas, leves, blancas, como de ángel,
y en los labios cupídicos del vientre nefasto.

Y en el mar, esta lengua en su oreja, lamiendo la última página.

* * * * *


II
Kafka escribe

Y él es un búho
es un búho, «hombre», tatuado en el sobaco
bajo el ala rota
(aturdido por la luz cayó aquí mismo)
bajo el ala rota de inmensa sombra que se agita sobre el suelo.

Un hombre de impotentes plumas.

* * * * *

III
Einstein toca a Bach

Y cayó finalmente. Y la gran ala en trizas
de sombra sobre el suelo.
Su memoria eleva cuanto recuerda
de ambos mundos, y unas pocas palabras.

La fatigada máscara de arrugas, los ojos de luto,
la tristeza del mono en su jaula.
Estrella que mira estrellas a través de las paredes
de una jaula llena de nada.

Y ninguna perdiz cae
de la nube. Ni maná
para ángeles.
Sólo la columna de fuego contrae su fuerza en una mota estelar.

Ahora el sargazo de un solo grano de arena
sería más dulce que un arroyo roquero
e a una boca
hendida por vapores estelares.

Un petirrojo le vio andar... ¡Emocionantel
Pero las lágrimas casi vertidas fuéronse,
una nube grande como su mano,
una corona arrugada de relámpagos que no encontraban la tierra.

Se inclina, orante, sobre música, como sobre un pozo.
Pero es el calderón del átomo.
Y es el ojo de Dios en el tifón.
Es un horno, rugiente de llamas.

Es una cuenca quemada y sin fondo
llena de moscas
en fugas
y reza

«¡Madre! ¡Madre!
Oh madre

mándame amor.»

Pero las moscas
las moscas se elevan en nube.

Versión de Jesús Pardo

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